Sucumbo
Quién fuera gato
para pasar las horas lamiéndose le cuerpo.
Aunque todos
tenemos nuestra propia cárcel.
Aquí no muerdas,
aquí no arañes. La vida más allá del balcón no es para ti. Su cárcel. Reprimir
las emociones, pensar fríamente, la soledad. Mi cárcel.
Quisiera estirar
todo mi cuerpo, contraer las rodillas, visualizar el punto y saltar. Romper mis
cadenas, traspasar sus barrotes, caer.
Oír su voz, nadar
en sus brazos, sucumbir.
Perderme de mí,
olvidar el camino, salir de este pesado amasijo de huesos y carne.
Como el árbol devorado
por las llamas sin remedio. Así me siento.
Las llamas de mis
adentros me obligan a errar de nuevo e, irremediablemente, me encuentro en mi
reflejo. ¿Qué pretendías? ¿Cambiar de bando? Olvidabas quién fuiste siempre. Se
mofa.
Aquí esperando,
de nuevo, observo mi cuerpo inerte. Dejo pasar las horas, perdidas ya entre
recuerdos. Todo lo que había ganado se esfuma, como el humo que sube y el
torrente que baja.
No es para mí
esta lucha, la fuerza no encuentro. ¿De dónde se saca?
Muero.
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