Los sueños vuelan


En silencio retiras las vendas de mis ojos. No te hace falta más, solo silencio y las letras del pasado, a las que ahora encuentro más sentido que nunca. Estaba dormida y no sentía nada, no podía mover las manos, los brazos, el alma. Pero tu ausencia me abre las puertas y descubro en mi interior un océano de paz por explorar. Qué rico tocar el mar con las puntas de los dedos y comprender que él está ahí y no se va. Que no importa con quién lo visites, el va a seguir ahí, inconmensurable, para ti. Por eso hoy, poco a poco, voy comprendiendo lo que un día me quisiste decir en palabras que ni tú concebías. Suenan los acordes de canciones olvidadas y voces alegres pintan las melodías en el aire que sube por mi ventana. El trueno del saxo y una garganta rota lo acompaña. Qué rico percibir cómo las noches de verano son siempre más cortas, para que el recogimiento se vaya dando, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Y así, recorro hoy los rincones que conocimos y que por mi mente bailotean, a placer. Un ápice de ilusión cubre mis sentidos y una sonrisa brota debajo de mis orejas atentas en la penumbra. Solo espero que no sea demasiado tarde para conocer los surcos de tu piel, tus raíces. Qué rico saborearte "como si fuera la primera vez, o la última" -solíamos decir-. Sí, desde el manantial ha ido brollando nuestro río, mojando cada esquina, arrasando con las piedras del camino, mezclándose con un sinfín de sonidos. Y queriendo siempre alcanzar su desembocadura nos pusimos a chapotear en los charcos y nos mojamos tanto que nuestros pasos pesaron y sucumbimos y caímos. El agua siguió su curso y nos arrastró a la orilla en la que hoy nos encontramos, mirando al vacío sin querer buscar el final, contemplando. Y sin querer queriendo los meñiques de nuestras manos se encuentran y se cortejan en una danza de tímidos roces, mientras pretendemos que nada pasa. Los sueños vuelan.

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