La memoria de un banco

Impasible y desgastado reposa el banco sobre sus cuatro patas. Anclado en tierra, condenado al mas cruel olvido, soporta inherte el peso de los años que se van posando sobre su cuerpo, apisonado por tantos otros cuerpos que se retuercen sobre su lomo tratando de encontrar el modo perfecto de abandonarse a un rayo de sol. Con la impotencia que lo mantiene firme, se rinde al eterno confluir de las gentes, que al paso advierten su presencia y deciden distraídos entregar un par de compases a la pausa del silencio. Otros, en cambio, pasan de largo sin percatarse tan siquiera de su humilde existencia meramente funcional, que no le otorga ni el título de palco. Almenos el palco recoje el taconeo de un baile enfurismado, cuyo fulgor despierta el aplauso de los asistentes, eco de admiración y agradecimiento. Sin embargo el banco recoje soledades, anhelos, conversaciones de lamentos y algún que otro beso. ¡Eres como un libro escrito en el aire! Tu madera desgastada pudiera ser traducida en verso por alguna sensibilidad capaz de observarte durante algún tiempo. Mas el banco molesto reprocha que no tuvo lugar para esconderse y que el destino vendió su alma al maltrato de quienes en él no encuentran más que un pedazo muerto sobre el que descargar su peso. Bañado de la inocencia del que no conoce lugar ajeno a su nacimiento, no comprende que el destino quiso colocarlo en el immenso parque donde la luz del lorenzo pasea su elegancia y el poco verde que alberga la ciudad oscura se extiende hasta donde el hombre lo amputa con el frío cemento. Afortunado es en realidad este humilde banco que hoy recoje la pausa que me regalo, pues sin mover sus esbeltos listones de madera pintada, conocerá todo los mejores secretos que cualquier novelista quisiera plasmar en su cuaderno.
El hilo dulce de una voz cansada entona una melodía que apenas recuerda, unos acróbatas practican su bella danza, una pareja se sienta sutil observando a otra que trota en círculo sobre el mismo camino por el que una rubia pasa en bicicleta. Y así sumidos en el limbo infinito se suceden los transeúntes ignorantes de la sabiduría de este humilde banco, que con paciencia espera el abrazo de la muerte que volverá a convertilo en polvo.

Comentarios

Entradas populares