Impotencia

La policía del pensamiento vuelve a actuar. Se cuela en nuestras cabezas y consigue amputar cualquier impulso de transgredir el orden general establecido. Nos obliga a mantener nuestra dignidad a costa de denunciar los actos vandálicos del vecino que se limitan a aprovechar su espontánea ventaja para dar un paseo. Anulando nuestra personalidad consiguen mantenernos entretenidos en el ensueño virtual, un consumismo comunista que nos distrae a todos por igual. Para no pensar, para no soñar, para coartar nuestra libertad, disponen los tentáculos del poder atacando a lo que en realidad nos esclaviza. La paradoja se enrolla como un espiral en sí misma y me explota en la cabeza disparándola como un cohete hacia la Luna que tanto anhelo. Me castañean los dientes en las mandíbulas impotentes, mientras las gentes mueren sin tan siquiera poder corroborarlo. Día tras día me levanto en una realidad que alguien ha inventado y ha dejado ahí en el armario para que me vista con ella. Un rayo de sol es la ilusión más cotizada, un minuto de calor en mi cara. Pálida, hinchada, desvalijada. Me niego a distraerme para perder las horas porque el tiempo es lo único que nos queda. Nos podrán encerrar, podrán desproveernos del libre albedrío, podrán controlar todos y cada uno de nuestros pasos, pero el tiempo que la vida nos entregó al nacer y que llevamos escondido en lo más profundo de nuestro ser, el reloj que constante, se retuerce en su eterno ciclo, ése no conseguirán arrebatárnoslo jamás.

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