Voy a escribirte así, del tirón, a quemarropa. Hoy te extraño y no sé por qué, porque la verdad es que estoy mejor sin ti. Pero hace días ya, hace días que ando ausente y hoy es uno de esos en los que todo se me cae, me golpeo con los cantos, casi rompo el cenicero antes de liar el cigarro, en fin, no sé. Que la pena me obstruye el pecho, que me cuesta respirar tu ausencia, que sí. Me ha vuelto ese dolor en el costado que se traduce en nostalgia de tu boca. Me obligo a pensarte mejor, a pintarte, hasta amplío con los dos dedos la pantalla para llegar a ver esa cicatriz en tus labios que me sangra. No sé, esto suma más de un mes y el record en no hablarnos desde que te conocí. A tenerte lejos ya me tenías acostumbrada. A este silencio helado me vengo acostumbrando yo. Pues eso, que no vengas, no me abraces, no me llores. No. Pero que te quede claro que ni la voz me sale. Te busco por ahí y de repente encuentro vacías todas las palabras. Las lindas, las juguetonas, la risa. Nada llena tu vacío, ni lo pretendo. Aquí. Aquí me siento bien, aunque duela, porque me prometí que esta vez iba a hacer bien las cosas y en esas estoy. Y bueno, no sé cómo estarás tu, supongo que jodido o bien, no sé. Puede que ahora sonrías con esa magia que embelesa y que tus ojos destellan ese brillo grande que lo inunda todo. Tu mirada esquiva, que sólo se deja ver cuando llevas millas nadando en su fondo. Fue lindo rozar tu fondo, un bocado exquisito. Hoy me pidieron que escribiera algo y solamente venían tramas de romances a mi cabeza y  alguien me dijo, pues claro, si eso es lo que te llena. Y sí. Me llena el romanticismo de la vida, en todas sus facetas. También en esta, en la cruel, en la que nunca te imaginas que llegará cuando besas por primera vez a una persona. Pero que llega, joder si llega, SIEMPRE. No te pido nada pero no me olvides. No sé, perdóname. Lo típico. Solo nos quedan mis letras que no vas a leer porque, aunque lo hicieras, no lo entenderías. Siempre has leído interpretando todo a tu manera, como todo el mundo, ¿no? Pero lo tuyo es más fuerte. Tu Peter Pan se impone a cualquier situación, lugar, expresión. Y eso es lo que hay, lo tomas o lo dejas. Yo lo tomé y he remado contigo, porque otra cosa vale, pero no me puedes negar que he remado. Y nada, sigo en la orilla revolcándome, ni siquiera conseguí salir de la bahía por mucho que me esforcé. Y después los dos mirando desde arriba, con los pies colgando en la roca más sobresaliente, esa que parecía peligrosa hasta que en la foto ves que debajo hay un terraplén, pero que sigue siendo la más escarpada, vamos. Y los dos ahí sentados, sonrientes, mirábamos la bahía sin caer en la cuenta de que era nuestra propia calle sin salida. Y nada, eso, que me dueles.

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