A 2300 m.

Se desvanece la Luna en las entrañas de un cielo azul.
Se ahoga. Ya no es su momento y cede el paso al Sol impetuoso que derrite la nieve.
Las montañas parecen no inmutarse de su persecución constante, aguardan. Aguardan el paso de las estaciones una y otra vez, albergando en cada una sus caprichos.
Al fin y al cabo, es siempre el Agua la actriz principal.
El Agua que es vida y glorifica las montañas con sus múltiples presencias.
Los árboles, abetos en su mayoría, imitan las formas de los picos escarpados. Parecen ser sus pequeños retoños que aspiran tocar el cielo algún día, escalando las piedras.
Es toda una danza de vida sin fin, un continuo movimiento congelado en infinidad de instantes aparentemente fermos.
Es maravilloso permanecer frente a tal espectáculo, sintiéndose uno ridículo intentando comprender racionalmente qué es el tiempo.
Uno de los mayores enigmas de esta existencia azarosa.

Refugi Amitges, Parc Natural d'Aigües Tortes i Estany de Sant Maurici.

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