Conversación pendiente

Una conversación pendiente es como un dolor en el costado que se agarra y no se marcha. Como una inspiración congelada que se abre camino en el pecho para acomodarse y hacerlo chiquito. Una conversación pendiente enquista cada mañana y se engancha en el primer pensamiento del día. Es como una flor seca que no termina de caer, como un atardecer nublado, como un maullido ahogado en la noche. 

Una conversación pendiente puede ser tan grande que no cabe en un salón y llena todo el silencio de vacío incómodo. Puede alargar tanto el tiempo que la espera se hace eterna. Día tras día, la misma escena: tú y tu conversación pendiente, que te mira de frente y grita pero no sale nada. ¡Qué ganas tengo de verte y zanjarte!

Ni forma ni escenario soy capaz de ponerle al maldito momento en que pueda deshacerme de esa conversación pendiente que tenemos y que me arrastra los pies. Solo mi conjunto de huesos y piel sabemos lo que pesa esta ausencia a medias. Que la soledad es buena cuando es sola, pero no con el peso de una conversación pendiente eterna que la convierte en astillosa. 

Zarandeo la cabeza para quitarme de este pensamiento. Me distraigo, recaigo, te busco en cualquier estúpida excusa. Basta me digo, y vuelves. Pero en realidad no vuelves, vuelve solo mi mente a evocarte y pido ayuda y no me sacia y solo este sol tímido de primavera me calma, mientras dora mi piel por enésima vez sin cansarse. Él nunca se cansa de verla, acariciarla y nunca pasa tanto tiempo sin que vuelva a besarla.

Primavera ven, y cúrame de este invierno



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