Cazando el atardecer

 Tantas son las veces que de ti me han hablado

y pocas las que te has dejado dibujar.

Persigo la luz del atardecer a brochazos, inundándome de intimidad.

Apenas termino unos tonos de verde

mi mano no es mía, me brota la vida a borbotones.

Palabras, colores, el dolor de quien no está, vacío.

El vacío se llena y la plenitud se vacía en el mismo instante.

Todo sucede ahora y no hay nada que hacer, sino contemplar.

Una golondrina cruza el cielo, llevándose las últimas horas de este día que nunca volverá.

Los tonos grises se apoderan del firmamento, pareciera que nunca hubiese brillado.

Y así es la vida: efímera, volátil, insaciable.

Y así eres tú, balcón de mi infancia: inspirador, eternamente mutable.

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