Volvió para quedarse

Escudriñando de nuevo tus rincones me encuentro y en la soledad te siento tan presente. Me has devuelto la ilusión de las noches sin luna y las ganas de encontrarte en cada gesto. La curiosidad por desenmarañar tus adentros me obnubila y me deja en blanco, a la espera. A la eterna espera de los días que se suceden, de las caricias despuntando amaneceres. Me rompe tu constante autoconmiseración y tus caídas tambalean mi sed de aventuras, pero el amor que brota por tus ojos y ese perfume detrás de tus lóbulos, me pierden. La asombrosa línea atemporal que nos une me roba la razón y me parece inevitable seguir flotando en este cauce caudaloso. A la deriva de las caricias que recorren mi cuerpo y de tu mirada cegada por el gozo. Parece que despunta el iceberg de los sueños tejidos bajo aguas tan lejanas que despacio se juntan para formar una nuevo islote. Encuentro hoy entre tus lazos el confort del primer abrazo, como si aquél hubiera sido uno de tantos presagios que nos esperaban. Aflora una sonrisa de mis adentros y la convicción de que algo está ya zanjado, de que todo lo que está por decir yace junto a nosotros, de que el devenir se mofa de nuestros intentos de timonear los vientos. Como ese velero mecido que sigue su curso, sin darse cuenta que está rendido ante el capricho de las olas. Tu y yo somos el capricho de un destello en el tiempo, que quiso cruzarnos en ese preciso momento en que yo llegaba y tu marchaste, y pasaron los años hasta volver a encontrarte. Me regocijo en la broma del destino que nos quiso separados para luego unirnos, que nos quiso de espaldas para luego entrelazar nuestros dedos y con pasos firmes seguir subiendo. No mires abajo que parece que da vertigo y el mundo de los cuadrados nos puede desnucar. Prosigue derecho que yo voy detrás, agarrando tu pecho frío de invierno en la velocidad, entre el frenesí de los viajeros eternos de la ciudad. ¡que anómala se ve dormida! Ven a buscar tu ración de mí que te preparo un cuento distinto para cada una de las noches en que me sumerjo en ti. Déjame rendirme al umbral del sueño en lo más humilde que puedes ofrecerme: el roce de tu piel. 

Te quiero. 



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