Se me olvidó nuestro aniversario

No puedo dormir pensando en ti, y te escribiría algo, pero no sé el qué. No sé si extraño envolverme en tu calentura salvaje, en todo tu sudor y en el olor de tu cuello que casi se me escapa del recuerdo. O extraño el cariño de tu abrazo, de tu mirada cuando no te veo, del esfuerzo que hacías por cubrir mi cupo de mimos diarios. En realidad no sé ni si te extraño, porque también se me va esfumando el montoncito de momentos rotos, de tristeza, de pensamiento ausente, esa sensación de que está todo mal pero sigues tirando. Lo que sí sé es que quiero volver a verte, que mis manos se niegan a no volver a perderse entre tus rizos, que me rehuso. Me encuentro escribiéndote algunas noches y, releyendo, me arrepiento y elimino dejando el rastro inocultable de que ahí sigue mi anhelo. Hasta tu misma ausencia me inspira y me contiene la exhalación eterna que cubre las espaldas al suspiro de nostalgia, esa nostalgia que de tan saboreada lleva tu nombre, de todas esas veces que has estado lejos pero siento tu aliento helado cerca, tan cerca que me eriza el bello de la nuca y recorre mi columna con tus dedos que mi mente inventa. Tus preciosos dedos coronando la mano más perfecta que haya podido llenar con mis besos. Eso sí deseo, deseo besarte y no dudo que no habrá tiempo ni espacio ni persona que sea capaz de apagar nuestro fuego, porque es incontrolable, se escapa de nuestras manos, nos quema al mirarnos y nos deshace, no importa quién esté deleitándose con el espectáculo. Se me nubla la vista, se me apagan las ideas, ya van a dar las dos de la madrugada retorciéndome en tu magia, en el halo que dejó tu paso por mi vida, en la impotencia ante la idea de que dejes de estar en ella. Te quiero mi colibrí dorado, no dudes nunca que muero por quererte.

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