Detente
Tu constelación
apunta a la comisura de tus labios. Rizos descontrolados coronan la cumbre de tus ideas empapadas en el cansancio de la búsqueda incesante de un hogar. El vino se resiste a evaporar su última gota y tú te refugias en canciones que alguien escribió para vomitar su rabia. ¿Para qué nos dejamos arrullar del veneno de los pensamientos si somos conscientes de que se trata del armario de disfraces en que se viste el ego? Tiemblan mis manos sobre tus pies desnudos, sobre la herida de tu piel que, silenciosa, sana el intento desesperado de querer plasmar la impermanencia en ella. Tu rostro no deja de inspirarme, en diferentes formatos y formas lo he venido recitando para el aire, que se lleva tus palabras y recuerdos, tu mirada, tus besos, tus ruegos. Seguimos en la eterna lucha de derrotar los miedos día tras día, y caemos rendidos en la noche, exhaustos por la derrota. A mi corazón surgen alas cuando te tengo a mi lado y quisiera enjaular esta sensación para cuando te vayas, refugiarme en ella. Acurrucarme y pensar en tus espasmos. La música son puras vibraciones que trepan nuestros odios y penetran el alma, al igual que las palabras, que con su poder nos enredan en tropiezos. -No te vayas- grita mi mente mientras te digo que me olvides. Sueños. Que algún día llenaron nuestros corazones. Sufro. Y me regodeo en el sufrimiento del amor al que me acostumbro y me arranca una sonrisa pasajera. He leído que los gatos absorben las malas energías. Y ahora uno se posa sobre nosotros y nos desbarata la calma. ¿Será que nos protege de la amarga noche? Su pureza me abruma y se sienta, delante de nosotros, observando la escena, imponente, fijamente, detente.
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